Cuando eras bebé

Cinco años pasaron desde que escuche tu llanto por primera vez. Cinco años que nos separan de noches en vela, kilómetros gateando en el piso de la casita de San Miguel, cinco años que te acunaba en mis brazos para encontrarte con los angelitos de tu sueño. Ahora te lavas los dientes y te vistes solo,
has mejorado en tu lenguaje y hasta sabes palabras en inglés. Puedes limpiarte el potito y bañarte solo. Estoy enseñándote a dominar tus frustraciones y tu carácter explosivo cuando algo no te sale bien, vamos por buen camino. En tus cinco años de vida has llorado mucho, por que no te querías quedar en el kinder y porque no te di la golosina que querías antes de cenar. Has llorado de sueño y por el dolor de una vacuna. Y de tantos llantos he aprendido a ser yo la que tampoco debe llorar, pero la vez pasada lloraste nuevamente y mientras te corrían las lágrimas por las mejillas, te quedaste dormido en mi hombro, en silencio, abrazados, como cuando eras bebé, con la cara pegoteada de lágrimas, yogur y sudor del día; y lloré al verte, resistiéndome a verte crecer, haciendo un duelo por el bebé que fuiste, y te dije al oído: “quédate así para siempre, bebé”

  

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